La empatía (la capacidad de vibrar y comprender las emociones de otra persona) se considera una de las competencias más importantes de la inteligencia emocional.
Como cualquier otra capacidad, se aprende de manera progresiva, en la medida que el cerebro del niño va madurando y se le va enseñando a empatizar con otros (es normal que un niño menor de cuatro años le cueste empatizar con otros).
La estrategia que más usan los cuidadores para promover esta habilidad, es preguntarle a su hijo cómo cree que se siente otra persona con lo que le hizo o cómo se sentiría él si le hicieran lo mismo.
Si bien estas preguntas apuntan a pensar en los estados emocionales de otros, la verdad es que no son muy efectivas a la hora de promover el desarrollo de la empatía. Especialmente cuando se le hacen a un niño que está estresado y que ni siquiera comprende lo que le pasa a sí mismo.
Juanito está concentrado tratando de armar una torre. Llega Pedro y se la desarma. Juanito se enoja y lo empuja. Pedro se pone a llorar. El cuidador llega y le dice a Juanito que no se empuja mientras abraza a Pedro. Juanito se siente confundido. Pedro le botó su torre… ¿No deberían retarlo a él? Luego el cuidador se acerca y le pregunta cómo cree que se siente Pedro con lo que le hizo. Juanito sabe que se siente mal, pero su confusión, temor y vergüenza no le permite hablar, menos aprender la lección. Se siente amenazado, y en ese estado el cerebro no empatiza ni aprende.
Lo que más promueve el desarrollo de la empatía, es empatizar con nuestros hijos y hacerles saber, a través de nuestras palabras y acciones, que entendemos lo que les pasa.
Como dice el famoso refrán: “No se puede entregar lo que no se tiene”. Por lo que si queremos que nuestros hijos comprendan las emociones de otros, lo primero que debemos hacer, es comprenderlos a ellos.
Para potenciar el efecto de la conexión, se recomienda poner en palabras lo que le ocurre a nuestro hijo y validarlo. Por ejemplo:
- Te enojaste porque querías seguir viendo televisión. Sé cuánto te gusta este programa.
- Te dio pena que la mamá se fuera a trabajar, querías que se quedara aquí contigo. Te entiendo.
- Le pegaste a Juanito porque no quieres que tome tus cosas.
Cada vez que hacemos esto, nuestro hijo se siente visto y comprendido, entiende lo que le ocurre (los niños pequeños no siempre entienden lo que les pasa) y de a poco van aprendiendo que tienen “una mente”.
Estos aprendizajes con el tiempo le permiten a los niños “leer” lo que le pasa a otros, comprenderlos y empatizar. Entender que detrás de una conducta hay una emoción, necesidad o intención.
Otras cosas que puedes hacer para promover empatía:
- Traducirle a tu hijo los estados emocionales de otros. Por ejemplo: “El bebé está llorando porque tiene hambre”. “Ese niño está triste porque se le rompió su pelota”.
- Señalar: “Clara, mira que feliz está Julia con el juguete que le prestaste”
- Al leer cuentos o ver películas, hacer preguntas del tipo “¿Por qué crees que Juanito (nombre del personaje) hizo eso?” “¿Cómo crees que se va a sentir Juanito cuando descubra lo que pasó?”.
- Nuestro ejemplo: ¿Qué tan empáticos somos? ¿Somos empáticos con ellos?
- Favorecer tiempo de juego libre. Con frecuencia los niños juegan a ser distintos personajes (papás, súper héroes, profesores, etc.). Al hacer esto, se ponen en los zapatos del personaje, lo que favorece el desarrollo de la perspectiva social y la empatía.
Pero recuerda, que de todas las cosas que puedes hacer, la más importante es empatizar con lo que le pasa a tu hijo. La empatía promueve empatía.